cosas bonitas del verano

o de la vida en general

Tener días libres, porque cuando no tenemos nada que hacer, hacemos lo que realmente nos apetece y por lo que hemos venido a este mundo, el propósito real: vivir lento y no preocuparse por responsabilidades. Un viaje en coche, sin conducir, que conduzca otro. Ni siquiera ir de copiloto, ir detrás, sin tener que dar indicaciones, hacer lo que te dé la gana. Mirar por la ventana, ver el paisaje. Escuchar la radio y descubrir canciones nuevas, o darse cuenta de que siempre ponen las mismas, ¿será solo esta emisora o lo hacen todas? ¿Será que está de moda y no tengo ni idea?

Aparcar, coger tus cosas y llegar a la playa. Estirar las piernas de estar sentada tanto rato. Leer un libro al sol y a la sombra. Pasar tiempo en familia, o en pareja, o sola. Que se te quite el miedo de llevar bañador; hay cuerpos diversos por todas partes. Ir al bar de la piscina, sentarse en la mesa con sombra, unas patatas bravas y un refresco. No se necesita más.

Buscar un restaurante donde comer y devorar lo que sea, porque la playa o la piscina cansa más que una sesión de gimnasio o ir en transporte público durante horas. Comer unas pizzas, patatas de bolsa, olivas, hummus, todo para picar. Cenar en la terraza, que te piquen los mosquitos no es bonito, pero forma parte de la experiencia.

Las bromas internas en familia, la confianza, las risas. Desenredarse el pelo lleno de sal o cloro. Quitarse el bañador mojado y ponerse unas bragas limpias.

Tener los pies llenos de arena, no poder limpiártelos porque no hay fuentes ni duchas. La siesta después de comer, el café con hielo cuando te despiertas. La tormenta veraniega del Empordà.

Llegar a casa y ver que te has quemado aunque te hayas puesto crema 50 varias veces durante el día. Siempre hay un hueco que no cubres.

Un abrazo,

espero verte en la siguiente.